Despedida triste
Despedida triste que besaron mis manos agitadas.
Lagrimas de un adiós incomprensible por la enajenada partida.
Vacilante mi andar por aquellos elevado cielos
que concentre en mis pupilas,
volando por sobre el inmenso mar
que acurrucaba a mi patria en su regazo azul
que murmuraba mi adiós...
En mi maleta de tiempos, de aquellos tiempos
tristes y a la vez queridos:
Guarde mis sabores y mis recuerdos,
mi sol y mis lluvias, mi arena y mi mar...
Coloque en ella un libro viejo de historias vívidas,
fantasías y sueños.
Guarde con esmero aquel barquito de papel
que guiado por mis soplos, alguna vez navego alegre
en las inquietas aguas estancadas de aquel hermoso patio,
cuando el torrente comenzaba a llenar
los profundos charcos de mis tardes nubladas:
Presagio de un futuro por venir...
En mi equipaje, traje también a las estrellas,
¡Las traje en mis ojos!,
Con la blancura de la luna en mi sonrisa.
Y a las palmeras... ¡Ay las palmeras!
Ellas, como nodrizas, mecían mis cabellos,
me cantaban campesinas nanas con su cadencia de diosas,
al son del viento cubano que abatía el malecón habanero
y acariciaba mi piel.
Partí., y lucí como único y mejor vestido
a mi bandera: galas patrias de honrosas
y dolorosas epopeyas.
Traje en mi viaje Sones, Guarachas y mil Boleros.
Mis favoritas de Roig, Grenet y Lecuona,
a Cecilia Valdés y al Manicero.
!El bello azul de mi cielo!...
De mi jardín, corte una Rosa Blanca...
Y en mi corazón hoy guardo la tristeza de un interminable
hasta pronto, que se prendió en las alas de mi cubano amor,
de éste, para siempre amor, que vuela y se posa
en mi querida y hermosa tierra antillana.
¡En esa bella Cubana, que un día me vio nacer!
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